La historia comunera se remonta a 1517, cuando a la muerte de Fernando El Católico, Carlos I se autoproclama rey de sus posesiones en España y se rodea de nobles y clérigos de flandes lo que se convirtió en una amenaza para el poder de las élites castellanas, descontento que se extendió a todas las capas sociales.
Carlos I desconocía el idioma castellano y para financiar su nombramiento como Emperador decidió subir los impuestos a una comunidades castellanas ya mermadas económicamente. Esto, unido al malestar por una corte controlada por los flamencos fue el detonante de las revueltas comuneras que pretendían negociar con el Rey una bajada de impuestos.
En 1520, aprovechando la ausencia de Carlos I estalla la primera revuelta comunera en Toledo, a lo que siguieron otras ciudades como Salamanca, Palencia, Medina del Campo, Toro, Segovia o Valladolid.
Los comuneros, que apostaban por Juana 'La Loca' como reina, procedían de diversos sectores de las ciudades castellanas aunque los líderes pertenecían a las capas medias de la población.
Las revueltas o 'escaramuzas' comuneras se sucedieron apoyados inicialmente por los nobles castellanos, aunque estos, al ver que los campesinos se sumaban a las tropas comuneras, decidieron dar un paso atrás y apoyar a los imperialistas.
En abril de 1521, la tropa comunera, liderada por Padilla, Bravo y Maldonado, toman Torrelobaton y allí se atrincheran asediados por los imperialistas, por lo que deciden emprender marcha a Toro, pero son alcanzados por el ejercito de Carlos I en Villalar.
El 23 de abril de 1521 se produce la batalla que puso fin a la Guerra de las Comunidades contra Carlos I tras la caída de las tropas comuneras en Villalar. Un día después, los líderes Padilla, Bravo y Maldonado fueron ajusticiados en la plaza del pueblo castellano que con el paso del tiempo se ha convertido en el centro de la celebración popular del Día de Castilla y León.
Tribuna de Salamanca
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