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sábado, 20 de junio de 2020

POZO DE NIEVE


Existe un pozo de nieve a escasos kilómetros de La Garganta muy bien conservado. Esta en  la carretera de Candelario a La Garganta.



Las nieves del Ducado de Béjar

Web : La Garganta (Cáceres)

Entre los siglos XIV y XVIII el Ducado de Béjar funcionó como el Feudo que era. Dotado de ejército Hacienda propios, fuera de la jurisdicción de Castilla o Extremadura, los duques tuvieron poder absoluto sobre sus treinta y seis lugares, administrando todas sus rentas, alcábalas, pechos y recursos, entre los cuales la nieve de los ventisqueros serranos empezaba a cobrar la importancia económica de la que carecía mientras solo era acarreada por los pastores para uso propio. Es en siglo XVII cuando la nieve de estas sierras —derecho real en aquel tiempo— despierta el interés del señor feudal, D. Alonso II, que tuvo que andar en litigios con todos los que aspiraban a obtener el privilegio de su explotación. El propio Rey, el Ayuntamiento y los comuneros, traficantes o arrendadores jugaron sus cartas para evitar dejar el estanco en las manos del Duque. Nos recuerda José Luis Majada (1) que, en la toma de posesión del Ducado, por parte del heredero D. Alonso Diego López de Zúñiga y Sotomayor (2), el 9 de mayo de 1601, se leyeron (como era costumbre) todas las atribuciones y privilegios de su cargo, entre las que figuraban "de la villa de Béxar e de todo su ducado y estado, de sus lugares, terminos, tierra, sierra, montes, lagunas, aguas estantes y vertientes, desde la hoja del arbol hasta la piedra..."

Todos los recursos naturales —escasos por definición, como nos enseña la economía—, han sido siempre una fuente inagotable de conflictos y la nieve no iba a ser una excepción. Los propietarios de las tierras, particulares o comunales, siempre han reivindicado sus derechos, con mayor o menor fortuna, frente a los privilegios señoriales o reales. Así ha venido sucediendo con el agua, la caza, la minería o, lo que es muy común en el caso de Béjar, las castañas de sus bosques o la nieve de sus montañas. La falta de legislación sobre el particular hacía que se aplicaran tributos abusivos sobre la nieve —el impuesto real del quinto y millón, (3) por ejemplo, lo alquilaban los arrendadores— que luego se subarrendaban localmente o en los destinos de exportación del producto, poblaciones grandes en casi todos los casos (Ciudad Rodrigo, Plasencia, Mérida, etc.)

Es el 5 de octubre de 1733 cuando el Rey Felipe V otorga al Duque de Béjar, D. Juan Manuel Diego López de Zúñiga Guzmán Sotomayor y Mendoza, y a sus sucesores la Real Cédula "haciéndole redondo el señorío de todo lo que contiene, en que se incluyen las sierras sitio inculto y áspero que por no producir algún fruto le compensa la Divina Providencia con los ventisqueros donde se recoge y conserva naturalmente sin alguna disposición la nieve contra los calores del Estío en beneficio de la Provincia y las adyacentes, adonde por su justo precio suelen llevarla muchos pobres que viven de transportar éste y otros géneros;..."

La independencia feudal del ducado permitió la creación de depósitos aduaneros para la nieve en Becedas, Hervás y Candelario, al pie de las cumbres en las que se mantenía hasta finales de la primavera o entrado ya el verano. Vemos que, una vez conseguido el monopolio por parte del Duque, el desarrollo del mercado es imparable. Se regula el tráfico de los arrieros, se abastecen los pozos y se fiscalizan los ingresos, cada vez mayores, que proporciona tan próspero negocio.

El pozo de la nieve del Corral de los Lobos

La nieve de las alturas de El Calvitero (2.397 m) y La Ceja (2.428 m) era bajada a lomos de caballerías hasta los pozos donde se guardaba para su conservación y posterior distribución y venta. Pero a los habitantes de La Garganta les quedaba más cerca la nieve de Hoya Moros (2.394 m) que bajaban hasta uno de los tres pozos que llegaron a funcionar, de los cuales se conservan dos, el de la "Barrera del Pozo" (1.270 m) y el recientemente reconstruido en el Corral de los Lobos, cuya obra primitiva data del siglo XVIII.

Este último está situado junto a uno de los caminos de acceso a la sierra, hoy carretera comarcal, en el término municipal de La Garganta, en la cota de los 1.257 m, una zona de pronunciada pendiente. Un cartel explicativo, al pie de la carretera, detalla para el visitante las características de la obra.

El pozo se llenaba con la nieve cercana en los momentos en que su acopio se volvía menos penoso, pues su persistencia hasta bien entrada la primavera permitía la recolección en mejores condiciones. El croquis a mano alzada presenta un corte esquemático de su alzado con sus cotas aproximadas. En sus tiempos debió estar cubierto con tejado, hoy desparecido.

La mejor explicación sobre el procedimiento para llenar el pozo nos la da el testimonio oral recogido por el autor citado (4) a principios del siglo XX, de boca de Clemente López, vecino de La Garganta, de la familia propietaria de uno de los pozos. Dice, y transcribo literalmente:

—"Lo más tarde posible después de las nevadas pero cuando la nieve no quedaba muy lejos salían los hombres hasta la nieve. Se los llamaba boleros porque su trabajo era hacer bolos de nieve, que, helados, pudieran ser transportados por un hombre. En cada bolo hincaban un "pelao" (leño de roble descortezado) aguzado en una de sus puntas. Así lo dejaban al aire libre durante una noche, o dos noches si la helada no era muy fuerte. El bolo de nieve helada y dura era transportado hasta el pozo con ayuda del "pelao". Y en el interior del pozo amazacotaban la nieve con esos pisones que todavía se usan en los lagares, cuando la vendimia. El pisón es un tronco de roble seccionado y manejable por un palo que se le ha añadido como mango. Dentro del pozo, a cada medio metro o un poco más de altura, se extendía sobre la nieve apisonada una capa de paja trillada. La nieve quedaba depositada así como en grandes tortas o quesos y todo el pozo era "como un gran tubo de pastillas de aspirinas de nieve". Cuando meses más tarde se la sacaba para llevarla, ya era hielo y el bloque se hacía trozos transportables por medio de cuñas de madera o picos de hierro".

Para algún autor, la expresión "limpia de polvo y polvo y paja" hace referencia a la necesidad de quitar ambas cosas para la presentación y venta del hielo en los mercados, una vez que salía del pozo. El procedente de este ha abastecido durante, al menos, un par de siglos, a territorios comprendidos entre Zamora y Ciudad Rodrigo.

Las zonas serranas del norte de Cáceres aún conservan algunos ejemplares de pozos en buen estado de conservación. Se conservan, en diferente estado, los de El Piornal o San Martin de Trevejo, entre otros. Son testigos mudos de una industria artesanal, hoy desaparecida por el desarrollo y perfeccionamiento de las tecnologías de conservación alimentaria por medio del frio.


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(1) Historia de la nieve de Béjar. Ed. Centro de Estudios salmantinos. CSIC 1971 (Premio "Salamanca 1970". José Luis Majada Neila (1932-2003) era sacerdote, historiador, periodista, poeta y ensayista, natural de La Garganta (Cáceres). Vea su semblanza en este enlace.
(2) Como curiosidad recordamos al lector que este Duque de Béjar es el honrado por Cervantes con la dedicatoria de su primera parte del Quijote. Béjar es, por tanto, el primer nombre de ciudad que aparece y queda inmortalizado en esta obra universal.
(3) Eran cuatro los impuestos que pesaban sobre la nieve: la alcábala, derecho real que gravaba cualquier compra-venta de bienes, y que en la jurisdicción de Béjar pertenecía al Duque, el quinto y millón, de jurisdicción real, que afectaba solo a la nieve en concepto de estanco, y se llamaba así porque tomaba una quinta parte del valor y millón porque la contabilidad real se efectuaba en millones y no en maravedises, el arbitrio, destinado a gastos públicos, y la licencia que autorizaba la saca de la nieve.

(4) Vid. Op. cit. pág. 24.

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