España es, con diferencia, el país del mundo
con más profesionales sanitarios contagiados por el coronavirus, según los
datos oficiales disponibles. Un informe publicado el jueves por el Centro Europeo para el Control y Prevención de
Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés) destaca que
mientras el 20% de los casos registrados en España afecta a este colectivo, en
Italia ese porcentaje se reduce al 10% —si bien en Lombardía, epicentro de la
epidemia en el país, el porcentaje es también del 20%—. En Estados Unidos, los
sanitarios contagiados apenas llegan al 3% y en China se sitúa en el 3,8%.
Aunque el estudio del ECDC recopila datos con
algunos días de retraso (el de España lo recoge de un estudio del Centro
Nacional de Epidemiología referente al 21 de abril), la tendencia al alza entre
el personal sanitario en España se mantiene. El Ministerio de Sanidad informó
este viernes de que los contagios en este colectivo ascienden ya a
35.295, 940 más que el jueves. En Italia, el segundo país europeo más golpeado
por la epidemia, los sanitarios infectados no llegan a 18.000, según datos del
Instituto Superior de Sanidad del pasado martes, últimos disponibles.
Estas cifras, según la Organización
Médica Colegial (OMC), son el resultado de la ausencia de “las imprescindibles
medidas de seguridad” que deberían haber “preservado la salud de los
profesionales”. La entidad pone otro dato sobre la mesa: los facultativos
fallecidos por el virus ya son 37 en nuestro país.
“No ha habido mascarillas para los
trabajadores. Cuando han llegado, muchas eran defectuosas. A estas alturas,
aún no ha habido test para todos los médicos y profesionales. No se puede hacer
frente a una epidemia de esta magnitud en estas condiciones”, denuncia la OMC,
que ha anunciado que se presentará como acusación particular en aquellos casos
de contagios imputables al uso de mascarillas defectuosas.
Manuel Cascos, presidente del
Sindicato de Enfermería, Satse, también apunta a la falta de material de
protección y pruebas diagnósticas como principales causas del elevado impacto
del virus en los profesionales. “Esto ha sido lo determinante”, censura Cascos.
Satse estima que “entre el 60% y 65%
de los afectados es personal de enfermería”. “La falta de previsión y
diligencia de las autoridades sanitarias competentes nos han llevado a esta
grave indefensión de los profesionales sanitarios, que aún se mantiene”, añade.
El sindicato ha decidido denunciar esta “lamentable realidad” a organismos como
la Organización Mundial de la Salud (OMS), la Organización Internacional del
Trabajo (OIT) y la Comisión Europea, entre otros.
“Los profesionales sanitarios fueron
a la guerra sin protección”, resume Daniel López Acuña, exdirector de Acción
Sanitaria en Crisis de la OMS y actual profesor de la Escuela Andaluza de Salud
Pública. “Primero se infectaron ellos y luego, sin saberlo por estar muchas
veces asintomáticos, contagiaron a compañeros y enfermos”, añade.
Para López Acuña, ha sido una
“agregación de factores” lo que ha propiciado este enorme impacto del virus en
el sector. “En buena parte de las instalaciones sanitarias no había suficientes
equipos de protección. Las recomendaciones de uso de mascarillas tampoco fueron
uniformes al inicio de la epidemia. Y el número muy limitado de pruebas que se
hicieron al principio impidió saber qué proporción de profesionales estaba
contagiado. Pero para mí, el factor determinante, el que ha multiplicado y
agravado todo lo anterior, ha sido la transmisión asintomática del virus”,
concluye este experto.
Riesgo
conocido
José María Martín Moreno,
catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad de
Valencia, lamenta que en las fases iniciales de la epidemia no se adoptaran las
lecciones aprendidas con el primer SARS y el MERS, que ya causaron importantes
brotes nosocomiales y golpearon al personal sanitario. “El riesgo para los
profesionales era algo conocido. Pero, por alguna razón, el sistema no se ha
preparado a tiempo. Han faltado los elementos básicos de los equipos de
protección individual (EPI), como mascarillas, batas, guantes de nitrilo y
gafas de protección”.
Para este experto, pese a las
carencias, “por ética, profesionalidad y obligación”, tanto los profesionales
sanitarios como los de residencias han seguido atendiendo a los pacientes, lo
que “ha disparado las probabilidades de contagio”. “Ministerio y comunidades
están ahora intentando corregir todos estos problemas, pero debe hacerse con
más determinación. Hay que facilitar, por ejemplo, que todos los profesionales
sean sometidos a test diagnósticos”, concluye Martín Moreno.
Los 35.000 profesionales sanitarios
contagiados por el virus son solo una parte del total de trabajadores
vinculados a servicios asistenciales que han contraído el patógeno y han
ayudado a su propagación. Según una recopilación hecha por EL PAÍS con datos
ofrecidos por las comunidades autónomas, casi 12.000 empleados más de
residencias de mayores y centros sociosanitarios también han resultado
contagiados.
Esta cifra, sin embargo, adolece de
una clara infranotificación, según admiten varias comunidades consultadas. País
Vasco, Navarra y Castilla y León no ofrecen datos, mientras que los de Madrid
corresponden únicamente a las residencias públicas, que son solo una pequeña
parte de las existentes. Este problema también se produce en mayor o menor
medida en otras comunidades.
Otro indicador que revela que las
cifras de residencias son de menor calidad es que, en algunas comunidades,
están agregados los datos del personal que ha dado positivo con aquellos que
han sido aislados por precaución.
Test en la UE a empleados asintomáticos de geriátricos
Decenas de miles de europeos
residentes en centros de mayores y otros equipamientos sociosanitarios han
muerto a causa del coronavirus. La gravedad de los brotes en estas
instituciones y la constatación de que personas sin síntomas pueden transmitir
el virus ha llevado al ECDC —la agencia de salud pública de la UE—, a
plantearse la necesidad de someter a todos los trabajadores, incluso los
asintomáticos, a test diagnósticos, cuando se detecte un caso en una
residencia. Las medidas para extremar las precauciones en estos centros
incluyen revisiones diarias a los internos, control de las visitas y pruebas
diagnósticas también a otros contactos asintomáticos.
Satse estima que “entre el 60% y 65% de los afectados es
personal de enfermería”. “La falta de previsión y diligencia de las autoridades
sanitarias competentes nos han llevado a esta grave indefensión de los
profesionales sanitarios, que aún se mantiene”, añade. El sindicato ha decidido
denunciar esta “lamentable realidad” a organismos como la Organización Mundial
de la Salud (OMS), la Organización Internacional del Trabajo (OIT) y la
Comisión Europea, entre otros.
“Los
profesionales sanitarios fueron a la guerra sin protección”, resume Daniel
López Acuña, exdirector de Acción Sanitaria en Crisis de la OMS y actual
profesor de la Escuela Andaluza de Salud Pública. “Primero se infectaron ellos
y luego, sin saberlo por estar muchas veces asintomáticos, contagiaron a
compañeros y enfermos”, añade.
Para
López Acuña, ha sido una “agregación de factores” lo que ha propiciado este
enorme impacto del virus en el sector. “En buena parte de las instalaciones
sanitarias no había suficientes equipos de protección. Las recomendaciones de
uso de mascarillas tampoco fueron uniformes al
inicio de la epidemia. Y el número muy limitado de pruebas que se hicieron al
principio impidió saber qué proporción de profesionales estaba contagiado. Pero
para mí, el factor determinante, el que ha multiplicado y agravado todo lo
anterior, ha sido la transmisión asintomática del virus”, concluye este experto
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